lunes, 16 de enero de 2012

Huir.

Huir de mi, de vos, de nosotros, de todo. Romper de una vez con las costumbres, con las glorias encerradas en el placard, con tu desidia en los cajones, plegar tu indiferencia, doblarla minuciosamente, marcarle la raya con la plancha al olor a naftalina de tu pantalón desteñido, desarmarme en vos, guardar prolijamente mis brazos, mis manos, descamarme entera y plegar cuidadosamente mi piel, mis huellas dactilares, mis ojos con tu imagen gravada a fuego, mi nariz que sigue tu perfume como un perro de la calle, sacarme todo, perderme todo, guardar todo en una maleta y salir, con los huesos libres y el corazón perdido, dejar mi sexo que ya no sirve, plegar labio sobre labio, doblar mi clítoris y meterlo, prolijito, en el sobre de mosquitero de la maleta, perder mis pies, cansados de seguirte, perder mis tobillos gruesos y baratos, desarmarlos, plegarlos, guardarlos en el fondo del arcón, en algún rincón de la mochila, entre mi cerebro agotado de pensarte, de buscarle soluciones a esto que nos pasa, a este saberme menos tuya que nunca, a este rogarte que me mires desnuda cuando estamos solos, a esta agonía que trepa desde la garganta mientras tipeo maniáticamente y vos mirás un partido y no te percatás de las lágrimas que no puedo arrancarme, que no puedo empacar para irme sola, sin cuerpo, sin alma, sin vos que es lo mismo, esqueleto libre de tu presencia que me late, que me duele y me corre por las venas como un ciervo en llamas.

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