lunes, 16 de enero de 2012

Chau.

CHAU.

Y buscarte, como si nada,
perdido al otro lado de la almohada,
y pedirle a los santos evangelios,
que esta vez, por fin, me tomes en serio.
Y gritarte sin pena ni gloria
que no pierdas jamas la memoria
(de lo que alguna vez fuimos
de lo que, carajo, perdimos).
Que nos conocimos de casualidad
los dos pensabamos dejar de llorar
con el primer polvo feroz
mandar a la mierda la universidad
torcer mi destino con un miedo atroz
el culo del mundo me sentaba bien
si al lado tuyo no hay de que temer.
Anduvimos de gringos por el salar
en Humahuaca solamente fumar
nos abrazamos perdidos en Puerto Montt,
quisimos mirarle los ojos a Dios
en el coloso Aconcagua
Llegamos sin gran plan a Madrid
y caminamos sin prisa de la mano
por los misterios sinuosos de Bilbao.
Y no pudimos morir en el Pere Lachaise
por ir a llorarle la bronca a un tal Jim
cagados de risa en la riviere
du Seine, mon amour, a Paris.
Naufragos volvimos, seguro que distintos,
al cul-du-monde, again, en camion
que ganas negrito de re- creer
en la magia inaudita tras tu pantalon.

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