lunes, 16 de enero de 2012

CRÓNICA DE MIS AMANTES IMPOSIBLES.
Tratado contemporáneo del amor.

Y releo de nuevo las vísceras de la historia, y paseamos juntos de la mano por algún lugar de la costa, el sol nos devela criaturas inexpertas, las manos entrelazadas por un cordón impasible y no sos el chico del último banco que me enloqueció durante la primaria, la primaria quedó atrás hace unos días, con vestido, brindis y todo, pero sos otro mucho más grande, y con eso basta, yo tengo doce, acumulo los años en una lata porque me aterra que se me escapen, a veces te miento y parezco más grande, estas curvas insolentes,  pero al final no, simplemente no porque todavía no quiero, pero eso viene más tarde porque todavía falta el cantero, la luna y tu beso, un beso horrible, húmedo, ambarino, pero me tiemblan las manos y la panza se me contrae con espasmos insalubres, y seguimos de la mano, sin mirarnos, y vos tenés catorce, ya sos todo un hombre y temblás también, me decís que fue el primero, yo te miento y me creés con admiración, salimos del cantero, caminando de la mano. Ya soy grande. Ya soy grande, te digo con los ojos, sin decírtelo del todo, porque tampoco es cuestión de que me entiendas. Ya soy grande. Y después tomamos la leche y comemos vainillas con helado de dulce de leche frigor, y un día tu mamá no nos prepara la leche, porque una reunión, yo tengo doce, ya soy grande, y revuelvo la chocolatada con efervescencia, hoy tu mamá no está porque una reunión, decís, ya soy grande. Y me acariciás donde no me gusta y te digo que no, que no porque no soy grande, y signás mi historia con un golpe, o varios, y salgo corriendo aterrada. Ahora sí soy grande, ahora sí me hice grande, pienso, o capaz que no me doy cuenta en realidad, capaz que todavía no me di cuenta. Y llego aterrada, y no duermo muchas noches, y no vuelvo a tomar nunca más la chocolatada, me lo prometo porque me da arcadas, porque no puedo olerla sin oler la náusea, entonces para qué... y no quiero saber nada, y desconfío un poco de todos, y beso para aprender, y un día tengo trece, y me subo al ascensor y del sexto al diecisiete decido que me quiero casar con vos, que quiero esos ojos grises en mi historia y no me queda otra, todavía no me miraste y ya hasta tenés un poco de barba, y te invito o me invitás y el sábado te beso yo antes de que te arrepientas, antes de que me mires de cerca, porque este cuerpo que todavía no se decide y me hace estas cosas imposibles, creo que te sorpendo porque tan chiquita y ya, pero te gusta, y nos besamos sin parar, porque vos también sos chiquito, aunque recién cumpliste la mayoría, y tampoco habías besado tanto, y me llevás a pasear con el auto, vos sí que sos un caballero, pienso mientras mastico sin saber una planta de rúcula con rouge.. Y jugamos a besarnos durante seis meses, y te amo, ya lo digo sin vergüenza, y me llevás a un hotel de estrellas porque te amo, me amás, con vos sí quiero, con vos me dejo acariciar, y casi no lo siento, y me estremece un poco, y me da pudor verte así, ahora soy un universo que te contiene, una llaga abierta sin sangre, yo no gozo pero lloro, despacito para que no te des cuenta, lloro porque me doy cuenta que cerré una puerta grande y nunca más voy a ser chiquita, ya soy mujer, soy mujer con todos los poros, huelo a mujer, lloro como mujer, callada y serena, lloro sin saber bien por qué, pero no puedo parar, y te das cuenta porque me mirás y vos también estás llorando, te amo, te amo, y qué lindo saber de las diferencias, pienso luego mientras me miro en el espejo y es apenas una molestia, ni siquiera dolor. Tenés los ojos grises, a veces verdosos, pero casi siempre plomizos, gris ratón, tocás el violín y te vestís de negro, pero se te nota de lejos el deporte en la espalda, en las piernas y en el gesto, nariz apenas, ojos grandes, camaleones del día plantados con soberbia en plena cara. Y pasa un año, entero, y me decís que te vas, que las manzanas y el trabajo de tus papás, que te vas, me decís que te vas en una semana, y llorás por todo el cuerpo, y lloro con vos y hoy tenés los ojos más grises que nunca, y creo que ahí empieza la historia, creo que ahí me termino de morir ingenua y desde ahí soy yo. Desencantadas pero curiosas, nos hacemos amigas al borde de la locura, yo ahora tengo catorce, vos ahora tenés diecinueve, me enseñás a jugar a la payana insistentemente y no me sale, me desespera, nos escapamos envueltas en humos nuevos y nos reímos de todo, y después compramos pionono y medio kilo de dulce de leche a las carcajadas, y sos campeona mundial de ta te ti, querés ser actriz, estudiás teatro hace años y ahora soñás con el conservatorio, tus compañeros están locos, pero siempre nos consiguen risas y un día me contás, al pasar, que te gustan las chicas, que lo piense, que me fije, pero en realidad antes me das un beso y me dejás patas para arriba, y no entiendo nada pero no quiero dejar de verte, tengo el corazón roto hace tan poquito y no quiero ser nunca más el universo, no puedo cargar con semejante responsabilidad, te digo, y te beso más fuerte y en realidad no es ni un poco distinto, las lenguas son iguales, y me gusta besarte y así empiezo a averiguar sobre mi propio cuerpo, a costa de averiguar sobre el tuyo y el nuestro, nos reímos a los gritos en las hamacas de martínez, y te brilla el pelo rojo como el demonio, y vamos al teatro y lloramos sin parar, y nos tentamos cuando nos miramos fijo. Pero tan ratito, tan un tiempito nomás, porque no me alcanza, y qué pena, pero no me enamoro y te quiero tanto, Tini, Agustina gallina, tini colorada, no querés ser mi hermana mayor y no nos vemos más, porque esas cosas no se hacen y me lavo la boca con agua y jabón, tres ave marías y cuánto te extraño, tini, pero un ratito, porque ya soy grande, tengo quince y seguro que me gustan los hombres, seguro porque sino Tini, princesa. Y parece mi papá. Pero en realidad es más viejo. La cara arrugada pero la piel se me prende fuego, sé que le gusto, sé que puedo ser mujer, puedo seducirlo y qué rico se siente,  lo provoco sin parar, pobre viejo, me siento en su falda sintiendo la erección y me encanta, y no dejo de enloquecerlo cuando papá va a buscar las fotos de la costa, y papá y juan carlos toman vino y se ríen y papá se va a buscar hielo a la cocina y le rozo la pierna con la mía, y lo termino venciendo, pobre, y nos vamos juntos, juan carlos, y me da un poco de risa su panza floja, pero tiene un algo de periodista concentrado, una mirada grande y amarilla y el pelo canoso a la altura de la nuca, recortado sin prolijidad, la barba entrecana y dos divorcios, y yo... yo tengo quince. Me sorprende su prestancia, su delicadeza y su respeto, no quiero que me respetes acá, acá no, pero no puedo creer tu talento, y tenés la delicadeza de preguntarme, de investigarme y nunca me habían tratado así, y quiero volver a verte. Terminamos en un escándalo y sos un depravado, y yo me relamo tus últimas gotas de sudor mientras vos me mirás, culposo, no te culpes, juan carlos, siempre fui yo, yo solita con mis quince. Te redimo. Y después aprendo con cualquiera, ahora soy bien puta, y tengo quince, tengo que estar lista para cuando llegue, porque me conviene, y soy una diva, aprendo, y me río, en el colegio me hablan de la virginidad, es el tema del año, y necesito seguir buscando, cállense todos, y no me enamoro más, el tato con sus aspiraciones de circo y su monociclo, quién hubiera dicho que ibas a terminar siendo más diva que yo, ricardo con su marianita de ocho añitos, como mi hermana menor, un bahiano cobrizo y moreno, con los tambores y el ritmo en las venas, latiéndole fuerte, bahiano enorme y un solo olor a fruta madura, un solo sabor rancio y adictivo,  y un gesto como de niño que se somete al orgasmo. Sigo con un beso rápido en el subte, un encuentro clandestino con mi sangre, y qué ricas las manos de la desidia de otro depravado sobre mi pecho, depravada yo, entonces, un banco del cabildo, y miles de anonimatos y oscuridades, salir a pasear con criterio: músicos, poetas, actores. Y luego vos. Vos me enseñaste todo lo que sé sobre violencia, sadismo y manipulación. Creo que terminamos juntos porque necesitábamos un límite. Me hablabas de políticas anacrónicas mientras me enseñabas a descubrir mi umbral: entre el dolor y el placer hay un paso, y no existe uno sin el otro. La ampollita en la boca. Y tenés razón, cuánta... y aprendo las tácticas del desmayo y dejo de comer, porque quiero que me quieras, y me potenciás los vicios mientras te perdés con la cocaína y tus fantasmas, tu pasado me asusta, pero prefiero no entrevistarte, me dejo hacer y te digo que te amo, me das miedo, pero me gusta, vivo al borde del asesinato y del suicidio, y sigo fumando a tus espaldas, hace diez días que no como, me siento mal, pero ya se me marcan los huesos de la cadera, filosos y soy larga y flaca, finalmente flaca, ahora te gusto, pero me siento mal y no me importa. Sufro tu desconfianza y me obsesiono con tu obsesión, aprendo de la sumisión y apago la mirada, te amo, me callo, para qué hablarte de otra cosa, para qué distraerte, Napoleón, déspota, tirano, te amo, te amo. Sí, seré la madre sumisa de tus hijos, lo que pienso no vale, menos lo que digo, me callo, me callo, me desmayo y no como, vivo pendiente, obsesionada, fumo sin parar, hace dos meses que no menstrúo pero seguramente es el ayuno, cuánta sangre, por dios, cuánta sangre. Pero nunca te enteraste y lloré sola, sin lágrimas, para adentro, pendiente, qué estarás haciendo, con quién estoy, soy tuya, tuya, esclava y sumisa, me callo. No puedo dejarte, ya sos piel y huesos, desnutrido y adicto, cada vez el rostro más marmóreo y los ojos más lejos, dos ojos negros y grandes, opacos, usas ufo button de calce medio, tenés un tatuaje en el brazo óseo, como de un niño, una lengua stone que se te estiró porque tenías quince y ahora veinte, si a los veinte parecés de quince a los quince qué, te pregunto pero no me sale, porque me callo, mi vida, mi rey, mi amo, me callo, deambulamos por todos los hoteles alojamiento que me faltaba conocer, ya los ubico por zonas, siempre estoy gorda, siempre podría ser mejor, y te acaricio la espalda obsesionada, y dormís después de hacer el amor, dormís como un bebé y se te antoja algo dulce, un alfajor, pedíle un alfajor al conserje, y te lo regalo, porque ya no podés ni trabajar, miráte como estás, y no te doy plata porque la merca, la merca te vuelve loco, y no puedo dejarte, y planeo estratagemas sin parar para abandonarte de una bendita vez y no puedo, te amo, te digo, me callo. Me enseñás de lazos,  me quemás las entrañas, me degustás con helado, y vos sos todo, y por qué te voy a negar los placeres del pecado, si vos mismo sos dios y juez. Termino gritándote por teléfono, te odio, y recién ahora me doy cuenta que te amé en la misma medida con la que te odié, te odié siempre, devolvéme el himen de la consciencia, termino gritándote por teléfono porque no me animo a verte, porque me vas a matar, me vas a matar porque te gusta jugar con mi cuello y con mi ayuno, me vas a matar, y me perseguís en silencio durante meses, vivo aterrorizada pero tus ojos casi me convencen, amo y odio este límite que me imponés, esta cornisa sinuosa que me tendés con los brazos en guardia. Dos meses de limpieza, de purificación, salgo esa noche y termino en una fiesta de Clarín, un periodísta de espectáculos bizarro y babasónico, que deforma el puro hueso de mi angustia contra una pared fría y condensada de sudor, me perforo el ombligo y como de nuevo, una cerveza helada, alivio al fin en la garganta y grito mirando al cielo en las vías de Colpayo, grito con ganas y a la semana te olvidé, lástima que estés en cada esquina, pantera al acecho, presa tiernita, qué miedo. Y al poco tiempo ese profesor que me carcomió los sesos en el benemérito colegio, y trocamos los roles y pasaste de ser profesor ilustrado a alumno aplicado de mis rincones, una casita diminuta, con escaleras cómodas para las palmas de mis manos, tableros de dibujo y una pipa pequeña y ridícula. Y después tu contrabajo y desconocerte, amigo, en la oscuridad, demasiado tiempo alcoyana alcoyana y aprendo el círculo de cuartas, a leer en clave de fa y las estructuras rítmicas, nos quedamos los domingos en la casa de papá haciendo el amor sin parar, al final nos terminamos queriendo como hermanos, pero por lo pronto sigo yendo todos los lunes a trabajar sin dormir y con tu olor impregnado en la bombacha, ay dana, qué decís, qué decís. Y después, cómo olvidarte, nos une un vínculo más allá de las estrellas, destinados a querernos sin querer estar juntos nunca, porque sino se materializaría el tedio, más lindo saber que existimos, que nos queremos, nomás, y hay tanto calor que rebalsa, qué lindo era olerte cuando estabas cerca, vos sos rubio y tenés los ojos muy azules, dedicaste tu vida al estudio de los mitos de los antiguos, lo primero que me preguntaste cuando nos conocimos fue si creía en dios. Te dije que no, y vos me dijiste que tampoco, pero que creías en lo sagrado. El sol te daba de pleno en los ojos, estabamos caminando rumbo a la parada del 86 yendo a mi facultad, trabajabas enfrente y nos saludábamos en el ascensor todas las mañanas y las tardes, y ese día te dije que era el último, y me acompañaste a la parada y al final nunca fui a cursar, nos quedamos tomando cerveza helada sin dejar de besarnos, de mirarnos, te dije no soy una chica fácil sólo para probarte y no quise ir a tu casa, ojalá me llames, la próxima voy pero eso no te lo dije, el miércoles fuimos al festival de cine independiente y hablamos del concepto de verdad, nos peleamos y nos amigamos y tenías la barba larga y los rulos alborotados pero al ras y esa vez sí a tu casa, hicimos el amor sorprendidos de lo adaptable que era el otro a nuestros caprichos, terminamos exhaustos pero tengo dieciocho y me tengo que ir a casa, chau, gringo, adiós bombón y sabía que no ibas a llamarme, pero nos seguimos viendo hasta que te fuiste a río, de amigo a amante y amante siempre, hasta brasil. Amaba tu casa delirante albergue de jóvenes extranjeros estudiantes, amaba sus cortinas verdes pintadas en las paredes, tus plantas de marihuana, tu biblioteca y tu cocina forrada en cartón corrugado, amaba tu dudosa ambigüedad, tu ignorancia sobre la mía, no dejé de quererte durante Juan, el virgen más poeta de mi historia, dulce enamorarse de mí y yo para entonces ya era mala, mala y pobre juan, con su guitarra, sus poemas, su amarme en silencio mientras yo no dejaba de faltarle el respeto, pobre juan, dulce juan, y esta sensación como de deberte algo, como de no haber podido responderte, me ofrecías tanto cielo, tanta estrella de colores y yo no pude quererte, tierno mirar de perro grande, tierna torpeza al desabrocharme, y luego la convivencia, vivo solo, y tu casa queda tan lejos, y despacio fui poblando esa casa de abuelas de peluches, tacones y libros. Una suegra insoportable, un suegro dominado, un juego de toallas con dos D bordadas con hilo verde oliva, un sueño común: bolivia. Zapatero a tus zapatos, me hechizó de tu aire de chacarera, tu guitarra hábil, tu violín, tu bombo legüero y tus piernas largas, comunista empedernido, vegetariano y no fumador. Todos los miércoles me pasabas a buscar por el bar y corríamos a la cartelera, a ver películas de Wells y Fritz Lang, comíamos pizza en la barra del güerrín, y hacíamos el amor con puntillismo, siempre fui yo la que te busqué, nos conocimos en el subte, de tanto mirarnos, compartimos el recital de silvio sin saber que estabamos tan cerca, nos encantaba ir a leer a balzac al tanque de la terraza y moríamos de risa con rabelais y su problema con la escatología y pantagruel. Siempre exacto, puntual, suave, músico libriano muerto de miedo por la música atonal, ojos castaños de zamba y rulitos diminutos, me rebota la mano en los rulitos, la barba a tijera y las patillas con la navaja que te regaló tu viejo, pobre tu viejo, qué insoportable tu mamá. No me diste tiempo a enamorarme, sin embargo: los treinta te cayeron de arriba, te diste cuenta de lo poco que eras y te agarró el patatús, me cagaste con una nena de quince años y yo me emborraché tanto que ni me acuerdo, desperté con tincho, los dos desnudos en la casa de mamá y no lo podíamos creer, si somos amigos, y por qué no reírnos un poco, por qué no... otro fernet entonces. No me doliste casi nada, pero me empujaste acá, al culo del mundo, (por Andesmar y el comandante de abordo y la marca de la puerta del baño ahí donde no se ve) donde conocí al ojos de gato que me acarició como ninguno, ojos de gato y camioneta destartalada, me traías chocolates y fumabamos como brutos, pasé cinco meses respirándote en la nuca y diciendote barbaridades, y vos sin escucharlas desde la timidez y el respeto provinciano. Te conocí recién llegado de laburar, exhalabas una virilidad suprema, engrasado hasta el tuétano, mameluco y espalda grande, brazos marcados y ojos de gato, fuimos al lago (yo iba en la caja de la F100 verde y abollada) y todavía te acordás de lo que tenía puesto. No pude evitar violarte con la mirada, igual siempre me decís que no te diste cuenta, pajarito, qué ganas de arrinconarte y cortarte el aliento, obrero engrasado, sudor, hombre, hombre... tenías barba de unos días, una semilla en la nuez y ojos de gato, del Paraná que fluye, de depredador dulce. Después nos conocimos, nos extrañabamos sin buscarlo, culo y calzón en la chata con el perro insoportable, dale que te dale al ladrido y nosotros con divididos a más no poder, a veces luca y la rubia tarada, no sé cuando fue que me enamoré de vos, pero tardaste tanto en tocarme, por dios, cuánto tardaste... Igual me entretuve: un semiólogo brasilero me habló de Pierce y el triángulo semiótico en un auto alquilado en el paseo costero, mientras me curaba el insomnio con caricias decadentes, un hippie mamarracho con el que nos tomamos nueve jarras enormes de cerveza helada, y no me quise ir de su casa porque hacía tanto frío y yo en carpa, y él hornallas por las que dejaba salir el sol, otra cebecita sucia rastafari talentoso del macramé, un torbellino alemán dentro del horario laboral, y se me enamoró un camarero galleguense casado con el que nunca me unió nada más que una simpatía profunda, y me dijo que dejaba todo por mí... “es como si toda tu vida hubieras andando en un renault doce y de repente se te aparece una coupé fuego, vamonos, negra, vamonos” menos mal que no, pobre... tantos... era de noche, estaba fresco, volvíamos del bar con el alcohol y la marihuana, dementes, felices, no sé de qué nos estabamos riendo cuando me soltás un beso en la cara y apenas podíamos mantenernos en pie, y no estuvimos juntos porque no habíamos previsto, pero nos aprendimos de memoria, los vidrios de la ford cómplice empañados hasta el hartazgo y el lago pudoroso y voyeurista, empezar a encariñarse fue cuestión de días, en realidad ya te quería desde antes, culo y calzón, creo que nos encontramos dos veces más (y no puedo, porque no puedo, olvidarme de la desesperación de tu boca con nostalgia, ahora que somos uno hace tanto y tenemos tiempo para todo), amaneciendo en la chata verde, robándonos besos y escapándonos de la gente. Te amo, te amo, pero todavía no lo dije, aunque creo que ya estaba, vos a cuatro mil kilómetros y yo con la certeza, salí volando por LADE, lloré todo el camino, me llevaste al aeropuerto mientras te daba palitos salados en la boca porque estabas manejando, comiendote la cabeza, de paso, me bajé semidormida en el aeropuerto de comodoro y justo agarré un bondi a esquel, ahí traté de olvidarte como pude, ahí Nez el iraní y el haschís con cerveza bolsón, ahí el tanguero guitarrista y un trío maravilloso y promiscuo, en una pensionucha de mala muerte de bariloche, las hormonas, la locura, me tatúo el tobillo y me marco, porque me marco, y te evoco en cada sombra, te espero, y me odio por haberme quedado prendida de los ojos de gato, pajarito, principito ferretero obrero gasista plomero ahora chofer, cuatro mil kilómetros, pienso espantada hormiguita mochilera por la cordillera patagónica, mientras me hundo en un abrazo que no me importa, ahora camino por buenos aires, y te miro en las fotos, y te extraño, maldita sea, y llega una carta con tu nombre y la abro temblando, me querés, me extrañás, te llamo, venite, me voy, aeropuerto, hotel, nunca habíamos estado en una cama, ojos de gato, pero no se notó, te amo, por dios, esta vez sí. Otra vez al lago, noviembre fresco en los confines de la tierra, vivimos juntos y nos amamos tanto, y de vuelta el invierno en buenos aires, un invierno sin nostalgia y el viento en mar del plata, fumar cogollitos verdes que apenas encendían en la escollera y partir al norte, a bolivia al fin. Terminamos combatiendo codo a codo con la distancia, y aquí estamos, lejos de todo menos de nosotros, cada tanto entusiasmados  y cada tanto aburridos, como funcionan estas cosas, echando de menos algunas veces la desesperación.
Sin renegar de mi pasado, pretendo hoy rendirles a cada uno de ellos un homenaje, avivar el sepia para combatir la nostalgia, no hay mejor arma contra la melancolía que apuntar duro con el presente, no hay mejor golpe contra la distancia que seguir viviendo con pasión.

Dana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario