lunes, 16 de enero de 2012

De obeliscos y de glaciares V

Y parece que justo ahora decidiste nombrarme, porque algo adentro me hizo cosquillas y al mismo tiempo me picó la nariz, esas cosas entre mágicas y certeras que pasan cuando las almas viven juntas en un lugar sin relojes ni cuentakilómetros. Sé que pronunciaste mi nombre con una seguridad sublime, con el tono como de cóndor que se suelta del peñasco, como de batir de alas, como de notro que revienta en su rojo perecer. Estoy segura, segurísima, de que solamente nosotros nos dimos cuenta de ese leve matiz, que sonó imperceptible para afuera, pero que de adentro se notó enseguida, como que cambio el color de la D y de la N, de la A no tanto, porque la costumbre, pero me hizo eco en las pestañas desde acá y un escalofrío en el ombligo, sé que me nombraste desde lejos, sé que tu parte de adentro gritó mi nombre y la de afuera lo disfrazó de murmullo.

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