lunes, 16 de enero de 2012

Génesis.

Génesis.
 Nadabas, buceabas en una cálida placidez amniótica, yo no sabía quién eras, ni siquiera sabía bien quién era yo, había pequeños seres, diminutas amebas con las que jugabas como sonajeros, sacudiendo los paramecios y los ínfimos organismos unicelulares, de todos los colores que aún no se habían inventado con tus manitos mínimas, como peces que aleteaban llenos de vida. Tus peces luchaban por salir de una vez de tanto silencio de agua, de tanto mutimo absoluto, me contaste que hiciste tanta fuerza por gritar que se fragmentó la tierra, pobre pececito sin voz en un océano amniótico de continentes a la deriva, lleno de mundo en tus entrañas, lleno de palabras... Entonces no te acordás bien cómo fue que lo lograste, que saltaste como una ranita inquieta de tu mudez hermética, con la piel húmeda y un hambre terrible, pobre sapito brillante pugnando por inventar el lenguaje, luchando por crear el universo... De repente dijiste algo, al principio fue cmo un suspiro de serpiente, un suspiro larguísimo de tanto cuerpo escamoso, y festejaste tanto que la tierra se puso celosa, ella aún tan llena de silencio. Los volcanes rugieron y aullaron, para callar tu significado, todo se volvió grito, fuego y cenizas, pequeño pajarito con manos de pez, estabas asustado pero lleno de verdades y decidiste ponerte de pie, orogénicamente te elevaste y, sacudiendo la cabeza, decidiste mirar al sol a los ojos, por primera vez: te pareció tan hermoso, tan dorado y tibio, que quisiste llevartelo a todos lados, robándoselo a los dioses. Te castigó nuevamente la tierra, pobre hombrecito con el secreto del sol escondido en las piedras y en la madera, pobre hombrecito cuando comenzó el frío... Tanto hielo, como cristales azulinos sirviéndote de puentes gélidos para seguir descubriendo el mundo.
Despacito, casi sin buscarlo, volviste a tomar calor, de una vez y para siempre. Ahora, a veces tenés sueños extraños, quizás por la fiebre que te hierve las entrañas, alucinás animales inmensos o tórridas bandadas de golondrinas, manos que se unen y repúblicas de oro, barcos que tiñen de sangre el horizonte y masacres espantosas, señores con galera y pechera almidonada, soñás a veces con un puerto lleno de colores y un baile lleno de piernas, bombas que reinventan las islas y hombres de largas melenas con camisas de colores. Yo sé que te despertás sobresaltado cuando creés divisar, entre sueños, a una pequeña criatura con manos de pez que juega, ajena a todo, con paramecios de otras galaxias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario