martes, 4 de junio de 2013

San Telmo

San Telmo.

Piso la juntura con el taco
que juega entre junturas
este taco
que se enreda
en aquel adoquín y este otro,
que se queda en la juntura todo taco,
que tropiezo dando vueltas
por un aire que en-aroma
garrapiñada,
cerveza,
maní.
Vueltas en el aire que sonríe
y la música que me bailo
por el aire
y un Goyeneche resfriado
que suena atolondrado
en un amplificador maltrecho
que descansa en el cantero
junto al malvón.
Te juego un dos por cuatro en el aire
de milonga que resuena entre las calles
que se mezcla allá en Lezama
                               con un candombe
                               que retumban
                                los bombos
                                y el tambor.
Bailo por el aire y el tropiezo
del taco que se enreda en la juntura
entre aquel adoquín y este otro
y parece quel tropezón termina
porque caigo
pero no.
En San Telmo nadie cae para abajo
se te enreda el taco taco en la juntura
y volás por un aire dulceamargo
que te lleva taco-bombo
taco-tango
a lo más adentro tuyo
encerrado
a lo más adentro tuyo
empedrado
de adoquín.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Siesta


Una siesta, eso nada más. Cerrar los ojos y dejarlos caer profundo adentro, hay un centro que corre y que zapatea y que habla y que a veces hay que darle un tortazo, una patada certera en las canillas, algún incentivo extraordinario, alguna negociación. Y se calla. Y cuando se calla, cuando finalmente decide romper la verborragia atronadora e inútil, el murmullo de todos los ecos del mundo y del tiempo, llega lo verde-pasto-verde, lo suave-toalla-nueva, ese silencio lleno de sol que trae la siesta. Hay un laberinto de piedra y de fuego y de hierro: la siesta lo funde, lo desdibuja, las paredes se derriten, marchitas, contra el colchón. Hay dos zapatos metálicos, un asfalto-imán-empedrado y cada paso que cuesta, que sube y que cuesta, que baja y que cuesta, que se engancha en los pliegues del cemento gris. Y hay una cama en el fondo, una almohada de chocolate o de peluche donde se reúne lo verde-pasto-verde-todo-verde de la siesta. Una deliciosa incontinencia inconsciente, la siesta como un suspiro pero al revés: un inspiro que todo lo llena de miel y caramelos, un inspiro vital. Todo sabe mejor después de la siesta, todo es más fácil: el elástico apocalíptico recupera toda su flexibilidad, abrir los ojos a un mundo más dulce y dormido. Oler el aire: ya no rancio, ya no búsqueda inverosímil, ya no yo-metayó-elmundo: sólo café. Y salir caminando, saltando entre las baldosas, sintiendo el sol en los hombros y la maravilla de la siesta que se nos va despegando despacito, de a girones, de la piel dormida.

martes, 15 de enero de 2013

...


Así, así, vení, miremos esta ciudad llena de luces desde acá, el viento que en la ventana era apenitas y acá nos revolea estos sombreros invisibles, dame la mano y trepáte hasta acá, que si querés deja de ser un tanque inmenso de hormigón y se convierte en otra cosa, no sé, un tazón inmenso de café caliente, o un rinoceronte valeroso con corazón de paquidermo. Cada vez que pienso en el amor vengo acá arriba, donde a veces estos edificios enormes son también un lago inmenso y como de purpurina, donde la noche está helada y esa cordillera milenaria te hace cosquillas en esos ojos que ahora son marrónclarito y como de gato, y vení, te digo, abrazame que este viento que sacude esta estepa de coirones y piedritas y este lugar de acá arriba donde otras veces es un potrero rodeado de cerros colorados y vos usás sombrero y tomás mate y hay algo en tu aire campechano y tu sangrar de poesía en algún lugar de este claro, y subite, trepáte a ese escaloncito de allá al costado y de ahí a este otro escaloncito, vení acá a mirar como un cielo lleno de estrellas se acerca, despacito, a un río famoso que nos corre por debajo, en una ciudad llena de puentes, de moros y de magos. Dame la mano y miremos, y se te enrulan los ojos, y se te afinan las manos, y se te da vuelta el horizonte por un ratito, y quizás sea otra vez mirar desde acá y abrir los ojos otra vez y volver a mirarte, y otra vez esta brisita que canta como una zamba triste, un brazo que es el tuyo que se me apoya en el hombro y la certeza de que en ese brazo están todos los brazos, y en este hombro están todos los otros hombros que has abrazado. Un mirarte como en el tiempo y reconocerte, a veces de ojos oscuros, a veces de ojos claros. Un beso que sale de mí pero que lleva todos los besos de las que has amado. Mirá, mirá, miremos, los ecos de la luz en los tejados, que el viento sopla entre los edificios, que el mar está subiendo allá abajo, que somos siempre nosotros, los mismos que hace mil años.