lunes, 16 de enero de 2012

De obeliscos y de glaciares IV

Extrañar tu presencia como un eco profundo, extrañarte desde la mínima sombra de tus dedos sobre la alfombra, extrañarte a los ojos, desnuda y firme, manteniendo un interior de flor muerta en la penumbra, escondiendo esta verdad que me extingue la elegancia, sentirte como un vacío que revolotea fosforesciendo, como una nada que me funda y me alimenta, como un hueco que me sostiene en la superficie...
Glorificarte desde el no - ser, adorar tus ausencias para inventarte desde la nada, ahora el hueco en la almohada, ahora las manos frías y la boca urgente, ahora la emergencia entre los ojos y la mirada sin objeto. Despacio, te bosquejo en el latido, despacio en la pausa vital, en el instante que no late, en el segundo de inmovilidad... Ahora el silencio en la tarde atardecida de otoño... Y el detenerse inaccesible de la madrugada de este lunes en Buenos Aires.

Extrañarte de a partes, nunca entero, como si por buscarte el brillo exacto de las pupilas no pudiera lograr la curva de tu nariz, como si tuviera cada milímetro en la mente con una exactitud tan extrema que difusa... Extrañarte desde este presente falso, desde lo que quedó de mí después de vos, desde lo que queda de mí mientras no - vos, mientras la sensación de domingo a la altura del pecho, bajando cada tanto con el café y con el humo.
Te niego para crearte, te confundo, te sostengo en una ausencia plagada de estrellas y de magia. Quimérica juego, mezclando aquel brazo, esa tibieza, esta voz, en un caldero borroso y efímero. Quimérica juego, etérea, en la lejanía de lo imaginario, en el terreno transgresor de la ausencia. Siendo menos mía que tuya, pero en otro lado, más de nadie que nuestra.
Quebráme la nada a los ojos, tragáte la luna, vacía de luz y de espantos, juzgáme hechicera, convertíte vos mismo en un talismán implacable contra el olvido, contra la memoria, contra el feroz mundo de lo intangible...

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