lunes, 16 de enero de 2012

Domigo

DOMINGO.
La metonimia en el placard aburrido de la resignación. Eso es el domingo. Falto de agonía y desesperación, escaso en sus cuatro puntos cardinales, el domingo es el anverso de una moneda falsa que flota (sí, flota) en la Fontana Di Trevi o en Dock Sud. El domingo como afónico desabrocharse sin más fin que el de rebalsar, que no es poco. Pero rebalsar en el primer botón, dominguísimo en el segundo, porque el domingo es un exceso de todo menos de excesos. De encontrarnos, alienados a la costumbre (y no acostumbrados a la alienación, ojo...), por una vez sin teclas en las que blandir nuestra omnipresencia cibernética en Paraná y Johannesburgo. De encontrarnos descubriendo que somos solamente porciones de una fainá gigante de tedio. TEDIO. Digámoslo de una vez, cuando nos encontramos con nosotros mismos (domingo como a las siete y afuera garúa, y adentro, nada) nos aburrimos terriblemente de escucharnos parlotear inútilmente para adentro (y si hay parloteo todavía hay esperanza, peor el silencio, la serenidad y la abulia.).
El domingo como familiar estampa de lo que no hay que hacer. La familiar estampa como ciencia aplicada a la eliminación de aceptar lo aburridos que somos. Necesitamos juntarnos, apretarnos, achurarnos, sudarnos y sentirnos en Agronomía con cuarenta y cinco grados a la sombra. Sí, claro, el hombre es un ser social... No es que se aburre, no es que simplemente no se tolera. Necesita Agronomía para no tolerar a los otros.
El domingo como tarjeta de presentación de la semana: todo pende del domingo en una predeterminación dominical. "Dominical": el domingo es el único día de la semana que tiene su propio adjetivo, y no sólo uno sino dos, "dominguero".
Estratégicamente, no hay mejor día para la misa que el domingo... Es que estamos tan vulnerables, tan entregados al marketing de la Santísima Trinidad... La iglesia como Agronomía, pero más fresquito. Es tan lindo tener un lugar a donde ir el domingo, y pensar qué vestir, y qué cara poner...
El domingo como cierre, como corolario de una semana tan terrible como lo será la próxima, convirtiendo los granos de arena del reloj en un ábaco insaciable.

Y se acerca, taciturno, el fin de semana con esa cosa como de espejismo...
 Dana
(viernes, 28 de octubre de 2005)

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