Esa máquina horrible, espantosa, con
su arrogancia de madera lustrada y su estúpida tapa barnizada que no hace más
que apretarme los dedos. Máquina del demonio, sus teclitas en fila ya
amarillentas, y el profesor de solfeo que me hace practicar la semifusa, cómo
detesto la semifusa, que encima no me sale y el profesor insiste, con su
bigotito recortado, y qué tipo de magia pretende, yo pregunto, qué tipo de
magia pretende si a mí la semifusa no me sale y ese aparato diabólico que
encima debo agradecer como una niña buena, y sonreírle a la abuela porque me
regaló este artefacto espantoso con lo caro que cuesta. Pero quién la manda, yo
pregunto, a comprar este plomazo de bemoles, yo me moría de ganas de tener esa
muñeca preciosa, con los ojitos castaños que venden en la juguetería del centro
y en vez de la muñeca que hasta dice “mamá”, viene la abuela y zas, me encaja
este monstruo inmundo de madera. Así que ahora cuando llego de la escuela me
tengo que ir a la salita de atrás a practicar el maldito “Para Elisa”, y ni
siquiera me dejan tomar la leche cerca, por si se estropea. A mí los dedos se
me enredan, la semifusa no me sale y ya no sé cómo hacer para decirles, pobre
abuela…
No se me ocurre otra alternativa…
está ahí, al alcance de la mano, y después ya no me van a poder pedir que le
toque “Sobre el puente de Avignon” a la tía Helena. Es la mejor manera, porque
nunca van a entender si les digo, pobre abuela, con lo caro que sale ese
monstruo horrible. Total, cierro los ojos, estrujo tu patita de trapo y doy un
golpe. Uno solo nomás. Lo más fuerte que pueda, como cuando juego a la pulseada
con Carlitos. Dale, vamos a buscarlo.
(Y se
cerró con un click la caja de herramientas. El martillo brillaba en sus manos.)
Sólo
tengo que cerrar los ojos bien fuerte: es un buen truco que me enseñó papá
cuando me dieron la vacuna de los seis. Cerrar
los ojos y dejarlo caer, con todas mis fuerzas, sobre esta izquierda inútil.
Mirá que martillarle la mano a una nena que toca el piano..! (aviso que le cumpliste el sueño a más de uno!)
ResponderEliminarMe sorprendió lo del martillo brilloso, porque todos mis martillos están como oxidados. La historia es muy linda.
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