viernes, 22 de junio de 2012

Dibujando.


Como si pudiera invocar a los lapsus de la memoria y los misterios gozosos de la conciencia, busco dibujarte fragmentado en la pared: necesito un modelo, un dibujo, un concepto, necesito un modelo para poder visualizarte sin romperte. Cómo hacer para trazar tu figura con esta tiza marchita y seca, sin detenerme, lasciva, en cada una de tus partes. Tengo que poder dibujarte, me digo, tengo que poder invocar tu imagen llena y sin detalles para trazar tu contorno en la medianera del patio. Desespero, presa de la metonimia, busco hablarle a la silueta y no a tus ojos de gato, al mágico pliegue de tu clavícula, a la deliciosa sombra de tus brazos redondos, al reloj que enloquece debajo de tu ombligo. No. Pensar al cuerpo entero, evitar detenerme en el delirio húmedo de tu boca. Necesito dibujarte entero en la medianera del patio para no olvidarme nunca de cómo sos ahora, para poder mirarte por la ventana, estático, inmóvil, mientras este mundo se dedica a corromper tus líneas, mientras tus hombros comienzan a caerse y las formas a redondearse. Tengo que poder dibujarte ahora que floto en este limbo canábico y optimista, ahora que todavía no sentí el tirón de la cadena en el tobillo, ahora que todo huele a canela y chocolate, y los ojos abiertos sólo buscan tu forma, dibujar tu forma antes de perderme en la penumbra de este mundo que sí existe.

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