Como si pudiera invocar a los lapsus de la memoria y los
misterios gozosos de la conciencia, busco dibujarte fragmentado en la pared:
necesito un modelo, un dibujo, un concepto, necesito un modelo para poder
visualizarte sin romperte. Cómo hacer para trazar tu figura con esta tiza
marchita y seca, sin detenerme, lasciva, en cada una de tus partes. Tengo que
poder dibujarte, me digo, tengo que poder invocar tu imagen llena y sin
detalles para trazar tu contorno en la medianera del patio. Desespero, presa de
la metonimia, busco hablarle a la silueta y no a tus ojos de gato, al mágico
pliegue de tu clavícula, a la deliciosa sombra de tus brazos redondos, al reloj
que enloquece debajo de tu ombligo. No. Pensar al cuerpo entero, evitar detenerme
en el delirio húmedo de tu boca. Necesito dibujarte entero en la medianera del
patio para no olvidarme nunca de cómo sos ahora, para poder mirarte por la
ventana, estático, inmóvil, mientras este mundo se dedica a corromper tus
líneas, mientras tus hombros comienzan a caerse y las formas a redondearse. Tengo
que poder dibujarte ahora que floto en este limbo canábico y optimista, ahora
que todavía no sentí el tirón de la cadena en el tobillo, ahora que todo huele
a canela y chocolate, y los ojos abiertos sólo buscan tu forma, dibujar tu
forma antes de perderme en la penumbra de este mundo que sí existe.
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