Frida Kahlo, "Mi nacimiento", 1932. Óleo sobre metal.
Un grito que empuja otro grito que bebe de cántaros que deja
salir más sangre en la cama
Un desgarro de entrañas que pierden caricias de manos
cansadas, un niño que aguarda
La piel se desgrana, se rompe, una sangre que mana y que mana.
Un agua que estalla que quiebra caminos que cruzan la calma
que ensucia la sábana
Un alarido que apaga la llama que nada detiene, corona que
asoma, castaña y macabra
La sangre que mana, una espalda rosada, un suplicio que
abrasa la madrugada cansada
Un aullido que rasga la entrada, dos pies como alas que
quiebran la noche, de plantas rosadas.
Una mujer que yace.
Un niño que clama.
Uno
por uno, nada.